El futuro está en casa: volver a la isla para quedarse
La represa de Yaciretá fue, durante casi tres décadas, se impuso como el horizonte final de los jóvenes correntinos que viven en la Isla Apipé. Muchos atravesaron la inmensidad del río para seguir una carrera, desplegar un oficio o encontrar trabajo. Algunos volvieron cuando las posibilidades se abrieron y comprendieron que regresar a casa es llegar a la meta.
La isla correntina
Veinte años tenía, tomó su bolso y se fue, como muchos. La lluvia truncó la despedida en el puerto, subió a la lancha, el Paraná lo llevó por sus brazos, una hora y media des
pués su cuerpo estaba en el continente y su mente en el futuro cercano. Partir fue la única opción, las posibilidades escasean cuando el dinero no sobra y se vive aislado.
Damián se interesó en psicología cuando su propia historia demandó la necesidad de entender por qué un aspecto de su vida era motivo suficiente para no ser parte de una comunidad, integrar el colectivo LGTBIQ abrió interrogantes para una búsqueda personal e intima.
La fortuna no pasa seguido cuando sos hijo de Isleños, la tenacidad forja lo cotidiano y lo transforma en buena suerte, así lo hizo él. A Damián lo trajo de regreso una urgencia familiar luego de recibirse de Psicopedagogo.
Vivir en la Isla
Frente a la enorme represa el verde de los árboles invade al marrón de la arena, del otro lado, desde Yacyretá lo primero que se ve es de color verde. Doscientos cincuenta pesos y la lancha, con capacidad para doce personas, te lleva del puerto de Ituzaingó a las Islas Apipé, un archipiélago argentino en aguas pertenecientes al Paraguay, allí vive Damián Encina, hoy el Director de Cultura de Apipé.
Le pregunto la edad y me responde 33, le digo que parece más joven, entonces se inicia un diálogo impregnado de profundidad y exquisitez.
– Es algo de vivir en la Isla, el tiempo corre de manera muy distinta, somos muy parsimoniosos, de hecho en el hablar mismo tenemos otro fluir, distinto, entonces creo que el tiempo tiene una cuestión de subjetividad en cierto punto-
Contame dónde vivís.
Vivo en San Antonio de Apipé que es como el casco urbano, porque concentra la mayor cantidad de habitantes casi un 80 por ciento de la población local de la Isla Apipé Grande que tiene una extensión de más de 27 mil hectáreas y una población que asciende a los dos mil habitantes según el último censo( 2010), es una población que es móvil, ya que tenemos mucha afluencia de gente que viene especialmente del Paraguay y se asienta acá, nos queda mucho más a mano cruzarnos al Paraguay que al Continente Argentino.
¿Cómo fue el reencuentro con La Isla? ¿Cómo se reconstruye el vínculo luego de diez años de ausencia?
Quizá en un momento no me sentí parte, me sentí expulsado. Luego empecé a ahondar en las raíces y me dije hay algo que todavía nos une, hay algo que tenemos en común y esto que nos reconecta que hace que tengamos un mismo pulso todos, nos reconocemos en algo.
La sociedad cambio, hubo mucha visibilización, tenemos dos chicas trans con dni en Apipé hay otra mirada también sobre las personas del colectivo del LGTBIQ y me parece que eso fue construyendo con el tiempo ha sido un proceso largo. Decidí volver porque este es mi lugar también, porque tengo esta cosa de que necesito hacer algo, porque mi historia arranco acá, viví acá y sin esto tampoco sería lo que soy hoy.
¿Cómo llegas a interesarte y luego a ocupar un lugar en el área de Cultura?
Empiezo a trabajar en Cultura como una oferta laboral, pero cuando empecé a releer mi historia, a anclarla dentro de la historia colectiva, me di cuenta que hay mucho más en común. Entonces, me pareció importante rescatar la identidad, revalorizarlas. No nos damos cuenta que hay un gran valor en lo que somos, en cómo somos, que nuestra historia vale la pena ser contada a otros, registrarlas, contárnosla entre nosotros, ese es el desafío de la Cultura o por lo menos el trabajo que desarrollo en Cultura.